Trilogía del cuarto oscuro, escrita por el joven dramaturgo Bersaín Lejarza Abelleyra, consta de tres obras donde combina la farsa y el terror. Sus personajes están inmersos en una oscuridad densa, llena de seres fantasmales, acosados por pesadillas de las que aparentemente se aferran.
Luz artificial, trata de una pareja atrapada en un cuarto que inexplicadamente se ha poblado de luciérnagas, Bersaín genera un juego dramático donde los diálogos de los personajes realizan una acción, pero sus sombras los contradicen, lo que hilvana con un desconcertante contexto: mientras ellos desean entrar a un nivel de claridad que los libere, un ser aterrador se los impide hasta llevarles a un desenlace sin final feliz.
Castillo de naipes, dos hermanos se han recluido en una casa encantada, prefieren no volver al exterior por la experiencia desagradable de ser seguidos por los espíritus de sus padres. No pueden dormir, mientras una cree que pernoctan con el cadáver de su abuela, el otro teme que su hermana desaparezca. Aunque conviven con almas en pena, la situación no es peor que el pasado que les trajo su desgracia.
La caja de cristal, dos fantasmas de un matrimonio creen estar vivos, ensayan un libreto que nunca han visto y que fingen saber de memoria, de entre el público se aparece el director de la obra, quien aparentemente los defiende de una autodestrución que nunca llegará, ya que están condenados a repetir su historia hasta lograr una liberación que tampoco podrán concluir.
Lo que tienen en común las obras de teatro que componen Trilogía del cuarto oscuro, es que tanto los personajes como las situaciones parecen provenir de un laberinto donde la única posibilidad de salida es caminar hacia la luz, pero a pesar de que dicha luz no existe, ninguno de los personajes parece que realmente desean salir. Son seres que se sienten a salvo en esos parajes donde se degradan psicológicamente, lo que atina al título del libro, pues responde a tres situaciones donde los escenarios que envuelven a sus protagonistas van orillándolos al descubrimiento de algo peor que los espíritus malignos: el descubrimiento de su miserable situación existencial, lo cual hace que el terror y la farsa sólo sea el vehículo que conectará con el espectador, o mejor dicho, la razón de ser y estar de los protagonistas están en función de las premisas del autor, que en lo que convergen, es invitar a la introspección del público.
Los elementos escenográficos y de atmósfera que deja abiertos Bersaín Lejarza, dan para explotarlos con demasiada libertad, pues dichos elementos pueden retomarse en una unidad sintética que da la posibilidad a que las obras de teatro se realicen, se tenga o no recursos para ello. Dejando en claro que la presencia de los actores sean la parte esencial de las obras y no el atrezo.
El prólogo lo aportó el dramaturgo uruguayo Federico Roca, quien acierta al afirmar que: es un compendio de las soledades del artista. Pero también muestra el juego a veces perverso de los vínculos emocionales.
La publicación fue patrocinada por el taller de Narrativa Luis Gutiérrez Herrera y las ilustraciones, como el diseño editorial, a cargo de Ulises Arellano.
Claudia Lorena García.