2013-09-26

Contenido Nº 18

José Antonio Zambrano nos presenta La historia detrás de La Cañada, un artículo histórico ilustrado con imágenes del archivo fotográfico Ramón Manterola Bernal | p. 11
Sofía Valencia publica el cuento Figuritas azules, un relato proveniente de la mitología personal de nuestra joven autora. | p. 13

La historia detrás de la Cañada

José Antonio  Zambrano


Presentamos en esta ocasión una entrevista con la señora María del Carmen Ortiz Salgado, quien el 16 de julio cumplió 80 años, ya que nació en esa fecha correspondiente al año 1933.
    Gracias a su excelente memoria y disposición para compartir experiencias y recuerdos, pudimos conocer la genealogía de su familia, la imagen de un Tepeji del Río en las primeras décadas del siglo XX, el temperamento de los tepejanos en aquella época y las actividades laborales e industriales de ese tiempo en los amplísimos terrenos con que contaba la Hacienda de la Cañada, por ejemplo, la explotación maderera, para lo cual se construyó una vía con carros que iban jalados por equinos. Sobre su familia comenta que varios de sus antepasados fueron acaudalados españoles, sus padres fueron Manuel Ortiz Lejarza y María Trinidad Salgado Cervantes; su abuelo paterno Manuel Ortiz Barrera, de Villa del Carbón, su abuelo materno Carlos Salgado Santander, de Cuautitlán de Romero Rubio; su bisabuelo paterno, Amando Lejarza Lugo, español; su bisabuelo materno, Tranquilino Salgado Santander (cuyo nombre se adjudicó a una calle de Cuautitlán). La compra de la hacienda la realizan en el siglo XIX sus tíos Norberto y Carlos. De la hacienda de la Cañada aún hoy en día podemos admirar su sólida arquitectura y su zona arbolada. Una y otra nos remiten a los siglos pasados, ya que esos muros y árboles centenarios fueron testigos lo mismo de episodios históricos, que del sistema de trabajo y vida cotidiana o, ya en fechas más recientes, la crianza de reses bravas y, en los años sesentas la filmación de las películas Rancho solo y El bastardo, en las que participaron como extras varios vecinos de Tepeji, entre ellos algunos familiares de la Sra. Carmen Ortiz, como su hermano José Luis Ortiz Salgado.
    Nuestra entrevistada nos habla de los cuatro mesones que existieron en Tepeji: el de las Vigueras donde ahora se encuentra Materiales Santillán; el de la Sra. Paz Trejo, del cual aún se ve la entrada de cantera, junto al puesto de periódicos del centro; el de las Palomas, frente a La Casona; y, por último, el de Santa Fe, en la propiedad que fue del Sr. Alfonso Ortiz, cerca del Estadio Deportivo Tepeji.
    En la conversación de la señora Ortiz Salgado se entrecruzan, sin confundirse, episodios y recuerdos (en la cuarta dimensión que es la memoria, dijo Borges) como la ejecución del presidente municipal J. Guadalupe Juárez, a cargo de la revolucionaria Sofía Flores Valverde; personajes como Laurencio Flores, que asaltó la autovía con la raya para los trabajadores de La Josefina; Carlos Flores, uno de los primeros asaltantes de bancos en el Distrito Federal.
    La historia y la memoria dan para mucho más, pues por asociación de destinos, personajes y tiempos se da un contacto con un hombre de apellido Limantour y recordemos que los Limantour tuvieron un papel protagónico en el gobierno de Porfirio Díaz, así como con un célebre poeta alemán de apellido Heine.
    Aparte de la ya mencionada Hacienda, otra referencia arquitectónica lo constituye la construcción que existía donde ahora funciona el restaurante y hotel La Casona, en la Avenida Melchor Ocampo. La Sra. María del Carmen dice que recuerda cuando contaba con sólo cinco años de edad, es decir, en 1938, que en la mencionada casa vivió una señora conocida como Rosita la Francesa y en el mismo lugar se ubicó una tienda abarrotera que llevaba el nombre de Las Dos Naciones. 
    En la serenidad del tiempo tranquilo que vive ahora, su memoria le permite recuperar nombres de sus antepasados, las dos construcciones mencionadas, la atmósfera de ese tiempo perdido y el contraste inevitable con la agitación de la vida actual. Refiere que sus tíos, el señor Carlos Salgado Santander, junto con su hermano Norberto compraron la citada propiedad y los terrenos colindantes que abarcaban el predio donde se ubica el fraccionamiento Praderas de Tepeji y parte de la colonia San Mateo. Recordemos que en ese entonces no existía la antigua carretera México-Querétaro, la cual fue construida en los años cuarentas. Esto ocurrió en los últimos años del siglo XIX; luego de la revolución y en la etapa del agrarismo, la mayor parte de esas propiedades se adjudicaron al ejido.

 Sobre la Hacienda de la Cañada

    Refiere la señora Ortiz Salgado que la adquisición de la Hacienda de la Cañada se realizó a finales del siglo XIX y fue comprada a españoles. El costo fue de ciento veinte mil pesos. Aquí cabe señalar que dicha propiedad cuenta con una documentación de la época colonial, en la que se consigna el nombre de la actual comunidad de Tlautla en su grafía original Tlahuatla, palabra náhuatl.
    Era muy diferente el paisaje en ese tiempo en relación al que conocemos actualmente: Fauna ahora extinguida como el venado, el coyote, el tigrillo. La abundante vegetación originó que se explotara la madera y se construyó un tren hacia la estación de Jasso para transportar la madera a la ciudad de México. Recordemos que la Hacienda de la Cañada compartió esa época con otras grades haciendas en los estados de Hidalgo, Querétaro y México. En este último se contaba con La Gavia, dentro de cuyos terrenos se encontraban los Arcos del Sitio, acueducto que servía para conducir el agua del cerro de la bufa en Villa del Carbón. Tanto la Hacienda de la Cañada como la de La Gavia contaban con inmensas extensiones de terreno, miles de hectáreas y aparte de la mencionada explotación maderera, había cultivos de maíz, trigo y cebada.
    En su etapa más reciente, La Cañada fue hacienda ganadera, propiedad de don Salvador Rojas Salgado (+) y su familia. Seguramente habrá oportunidad de conversar nuevamente con la Sra. M. del Carmen Ortiz Salgado. Aquí, a manera de probadita, sólo intentamos ofrecer un panorama general de los recuerdos y vivencias que ella nos compartió. Aspectos que van de lo histórico a lo social, tocan lo doméstico y abarcan también la urbanización y los servicios públicos, como lo es el del agua potable. Por ejemplo, menciona a Piedad Trejo, padre de Guadalupe Trejo, quien tuvo oportunidad de visitar a Melchor Ocampo en su cautiverio, un día antes de ser ejecutado en Caltengo; en el aspecto doméstico, nos comenta de las tres cocinas con que contaba la antigua casona (que había sido la tienda las Dos Naciones y donde vivió Rosita la Francesa), una de lujo, otra con estufa de gas, la tercera de las llamadas de humo, para hacer las tortillas. Por último,  sobre los servicios menciona que cuando ella tenía quince años, en 1948, se instaló el primer servicio de agua potable, con agua proveniente del manantial conocido como la alberca (porque efectivamente por muchos años funcionó una alberca donde acudían a nadar personas de todas las edades). Mismo lugar que abastecía a la Josefina, como ocurre hasta la fecha.

Figuritas azules

Sofía Valencia

En la oscuridad de la noche, del diecinueve de octubre, corren por el pasto seco figuritas azules. Corren huyendo de sí mismas, tan pequeñas y a la vez grandes, alumbradas a lo lejos por un foco de luz blanca. Corren sabiendo que podría ser la última vez que puedan correr libres y sin prejuicios de gritar, como cuando niños, para reírse de la vida. Corren pero no pueden ya salvarse, son absorbidos por un monstruo implacable, consumiendo para siempre la alegría que les quedaba, deteriorando lentamente la imaginación que los dejaba volar con alas invisibles.
    Se divierten y hacen cosas que creían no volver a hacer. Ahora los golpes no duelen, y entonces, cansados pero felices, se recuestan sobre el pasto recibiendo el calor de una fogata de periódico. Miran al océano cósmico que flota en sus cabezas, albergando ahí la luz amarilla de la luna creciente, es cuando sus almas se liberan y todo se limpia de nuevo.
    El jardín se come lo muerto de sus seres, el jardín se lo come todo, y respiran por única vez el aire purificado que nuevamente llena sus pulmones de vida, de aquella vida que tanto les hacía falta recordar.
    La garganta les dolía, las espinas estaban pegadas a sus suéteres, pero no había una alegría tan grande como entonces, corriendo por los árboles azules. Es entonces, la voz de las figuritas ya suena como antes, el mundo no soporta escuchar la alegría desbordada de aquellos a los que quieren convertir en muertos jornaleros y muertos de oficina. Prefieren que todos sean iguales y callan las voces de las figuritas, y las figuritas recuerdan que aquel monstruo no los dejará nunca en paz.
    Las figuritas van perdiendo forma, tonalidad, alegría y brillantez.

Contenido Nº 17



Gabriel Pérez: Un tepejano en la bienal de Francia | P 11
Héctor Molina: La cara obscura de la luna | P 12

La cara obscura de la luna

Héctor Molina

Para:
Sugel Olmos Monroy

Bailemos un vals en la cara obscura de la luna
y dame un beso en esa bella obscuridad.
Brinca conmigo de estrella en estrella
como dos niños
                    que juegan al amor.
Corramos por el universo tomados de la mano
                       tan rápido
                              tan juntos
                                      como una estrella fugaz.

Éste es el cuarto álbum de Midnight Drift: 'Touch of Reality

E l artista Midnight Drift nos sumerge en un mundo sonoro cautivador con su cuarto álbum, "Touch of Reality". Este trabajo nos lle...