José Antonio Zambrano

Gracias a su excelente memoria y disposición para compartir experiencias y recuerdos, pudimos conocer la genealogía de su familia, la imagen de un Tepeji del Río en las primeras décadas del siglo XX, el temperamento de los tepejanos en aquella época y las actividades laborales e industriales de ese tiempo en los amplísimos terrenos con que contaba la Hacienda de la Cañada, por ejemplo, la explotación maderera, para lo cual se construyó una vía con carros que iban jalados por equinos. Sobre su familia comenta que varios de sus antepasados fueron acaudalados españoles, sus padres fueron Manuel Ortiz Lejarza y María Trinidad Salgado Cervantes; su abuelo paterno Manuel Ortiz Barrera, de Villa del Carbón, su abuelo materno Carlos Salgado Santander, de Cuautitlán de Romero Rubio; su bisabuelo paterno, Amando Lejarza Lugo, español; su bisabuelo materno, Tranquilino Salgado Santander (cuyo nombre se adjudicó a una calle de Cuautitlán). La compra de la hacienda la realizan en el siglo XIX sus tíos Norberto y Carlos. De la hacienda de la Cañada aún hoy en día podemos admirar su sólida arquitectura y su zona arbolada. Una y otra nos remiten a los siglos pasados, ya que esos muros y árboles centenarios fueron testigos lo mismo de episodios históricos, que del sistema de trabajo y vida cotidiana o, ya en fechas más recientes, la crianza de reses bravas y, en los años sesentas la filmación de las películas Rancho solo y El bastardo, en las que participaron como extras varios vecinos de Tepeji, entre ellos algunos familiares de la Sra. Carmen Ortiz, como su hermano José Luis Ortiz Salgado.
Nuestra entrevistada nos habla de los cuatro mesones que existieron en Tepeji: el de las Vigueras donde ahora se encuentra Materiales Santillán; el de la Sra. Paz Trejo, del cual aún se ve la entrada de cantera, junto al puesto de periódicos del centro; el de las Palomas, frente a La Casona; y, por último, el de Santa Fe, en la propiedad que fue del Sr. Alfonso Ortiz, cerca del Estadio Deportivo Tepeji.
En la conversación de la señora Ortiz Salgado se entrecruzan, sin confundirse, episodios y recuerdos (en la cuarta dimensión que es la memoria, dijo Borges) como la ejecución del presidente municipal J. Guadalupe Juárez, a cargo de la revolucionaria Sofía Flores Valverde; personajes como Laurencio Flores, que asaltó la autovía con la raya para los trabajadores de La Josefina; Carlos Flores, uno de los primeros asaltantes de bancos en el Distrito Federal.
La historia y la memoria dan para mucho más, pues por asociación de destinos, personajes y tiempos se da un contacto con un hombre de apellido Limantour y recordemos que los Limantour tuvieron un papel protagónico en el gobierno de Porfirio Díaz, así como con un célebre poeta alemán de apellido Heine.
Aparte de la ya mencionada Hacienda, otra referencia arquitectónica lo constituye la construcción que existía donde ahora funciona el restaurante y hotel La Casona, en la Avenida Melchor Ocampo. La Sra. María del Carmen dice que recuerda cuando contaba con sólo cinco años de edad, es decir, en 1938, que en la mencionada casa vivió una señora conocida como Rosita la Francesa y en el mismo lugar se ubicó una tienda abarrotera que llevaba el nombre de Las Dos Naciones.
En la serenidad del tiempo tranquilo que vive ahora, su memoria le permite recuperar nombres de sus antepasados, las dos construcciones mencionadas, la atmósfera de ese tiempo perdido y el contraste inevitable con la agitación de la vida actual. Refiere que sus tíos, el señor Carlos Salgado Santander, junto con su hermano Norberto compraron la citada propiedad y los terrenos colindantes que abarcaban el predio donde se ubica el fraccionamiento Praderas de Tepeji y parte de la colonia San Mateo. Recordemos que en ese entonces no existía la antigua carretera México-Querétaro, la cual fue construida en los años cuarentas. Esto ocurrió en los últimos años del siglo XIX; luego de la revolución y en la etapa del agrarismo, la mayor parte de esas propiedades se adjudicaron al ejido.
Sobre la Hacienda de la Cañada
Refiere la señora Ortiz Salgado que la adquisición de la Hacienda de la Cañada se realizó a finales del siglo XIX y fue comprada a españoles. El costo fue de ciento veinte mil pesos. Aquí cabe señalar que dicha propiedad cuenta con una documentación de la época colonial, en la que se consigna el nombre de la actual comunidad de Tlautla en su grafía original Tlahuatla, palabra náhuatl.
Era muy diferente el paisaje en ese tiempo en relación al que conocemos actualmente: Fauna ahora extinguida como el venado, el coyote, el tigrillo. La abundante vegetación originó que se explotara la madera y se construyó un tren hacia la estación de Jasso para transportar la madera a la ciudad de México. Recordemos que la Hacienda de la Cañada compartió esa época con otras grades haciendas en los estados de Hidalgo, Querétaro y México. En este último se contaba con La Gavia, dentro de cuyos terrenos se encontraban los Arcos del Sitio, acueducto que servía para conducir el agua del cerro de la bufa en Villa del Carbón. Tanto la Hacienda de la Cañada como la de La Gavia contaban con inmensas extensiones de terreno, miles de hectáreas y aparte de la mencionada explotación maderera, había cultivos de maíz, trigo y cebada.
