El álbum debut de Larmo, ALARM, no se anda con rodeos. Desde los primeros segundos de la pista titular, el oyente es arrastrado a un paisaje sonoro industrial donde el caos y la precisión coexisten en un equilibrio brutal. Miroslaw Matyjasik, el cerebro detrás del proyecto, entrega una obra que desafía las expectativas, fusionando elementos de techno, illbient y ruido rítmico en una experiencia visceral y cautivadora.
Las percusiones son el alma de ALARM. Temas como "Grit" y "TECH (NIC)" son verdaderas lecciones de demolición controlada, con ritmos que golpean como un mazo mientras las texturas electrónicas abrasivas construyen un mundo distópico que, paradójicamente, tiene un orden meticuloso. Sin embargo, Larmo no se limita a la agresión sonora; momentos como "N.B x N.N.", con la voz de Gosia, ofrecen destellos de humanidad en un mar de máquinas, mientras que Paula añade un frenesí casi orgánico a "Gnat", como si el engranaje estuviera a punto de colapsar.
Lo que diferencia a ALARM de otros trabajos del género es su claridad de producción. Cada elemento, por ruidoso o abrasivo que sea, tiene su espacio, permitiendo apreciar la complejidad de las composiciones sin perderse en el caos. Incluso los momentos más caóticos, como "HNW X" y "HNW XX", mantienen una energía dinámica que evita el estatismo típico del harsh noise wall.
El cierre del álbum, con el remix de "Flat Breath" por Monya, da un giro final sorprendente. La reinvención de la pista no solo la despoja de su forma original, sino que la reconstruye con capas de bajo pulsante y ecos reverberantes, logrando un final que es tanto expansivo como claustrofóbico.
En ALARM, Larmo encuentra un nicho propio en la música industrial, explorando la relación entre el hombre y la máquina con una intensidad que resulta tan desafiante como hipnótica. Para los amantes del género, este álbum es una joya indispensable; para los curiosos, una puerta de entrada al mundo del ruido con propósito.