Dicen los sabios que “el que no conoce su historia, está condenado a repetirla”; y más aún, “el que no profundiza en dicha memoria y sus raíces, difícilmente podrá clarificar su identidad y su porvenir”, es por ello, que la planta docente y alumnos de educación media, tuvimos la oportunidad de disfrutar de la sensibilidad y maestría del poeta Jorge Antonio García Pérez, en el extraordinario evento respaldado por el Consejo Estatal para la Cultura y las Artes del estado de Hidalgo.
En “El Tren de la Revolución y Otros Cuentos”, Jorge logró atraparnos con su inusual forma de versar y enseñar, de vivir y transmitir la historia. Este sui-generis maestro, logra con su voz y su guitarra, narrar y revivir la historia desde los clásicos, hasta lo
ocurrido en el medio rural del México revolucionario; lo que en los más avanzados centros educativos del mundo, se ha llamado La Nueva Visión de Largo Aliento, para ello, muestra una totalidad socio-histórica en tiempo y espacio, que los distraídos jóvenes de hoy, no han tenido la oportunidad de conocer a través de fuentes escritas.
Jorge dispone de múltiples recursos actorales, de la estética y musicalidad, de las humanidades, la historia y la literatura, para remover la sensibilidad del oyente. Se convierte en creador de sus circunstancias, rebasando “la pasividad ordinaria de los jóvenes”, y va mucho más allá de la enseñanza formalizada en los programas oficiales de la SEP.
Luego de un recorrido panorámico, desde cuando nuestros ancestros contaban cuentos a la luz de una hoguera, pasando por los movimientos sociales en México y por el clasicismo que todavía existe, “hoy, dados de los breves resultados ––asegura con insatisfacción––, las circunstancias actuales, exigen una nueva revolución, pero no con las armas sino con las conciencias”.
Para respaldar con solidez filosófica, lo ocurrido en lo más elemental de la vida cotidiana que se nos ha escurrido de las manos, utiliza la narrativa de antropólogos como Francisco Rojas González y poetas como Octavio Paz, entre otros.
En forma sencilla y divertida, inicia con un corrido octa-sílabo, parafraseando a su festivo pueblo al iniciar la Revolución mexicana, centrándose en la frase: “que Dios me perdone, pero el que es revolucionario puede morir en paz y dondequiera, por llevar a la misma muerte como compañera”. Se regodea divertido citando a los clásicos líderes sociales, Villa, Zapata: de cantina en cantina, de estación en estación, para asegurar que “ahí tenemos los manantiales culturales y del saber”; hasta llegar a los discos compactos actuales. Jorge asegura que “todas aquellas historias juntas, pudieran dar como resultado la historia de las traiciones en nuestro país”. Por eso, “mi abuelo hizo una parodia de la historia verdadera”. “Vaya que con los gobernantes de hoy, la corrupción y el narcotráfico, repetimos la misma historia”. ¿Por qué será?
Con actitud y conciencia crítica, visible llanto de por medio, no pudo dejar de lado la sensibilidad y nostalgia propias del humano: “…cuando nos dimos cuenta del mal cambalache al robarnos un tren y a cambio dejar su lugar de origen, su plaza y sus pertenencias… al voltear a ver la cúpula de la iglesia… acompañados de las Adelitas… nos dimos cuenta que no podemos amar lo que no se conoce… íbamos con rumbo desconocido”.
Ejemplar actitud y alto sentido de la ética y moral nos muestra el cuento del indio ñähñu, con “La cabra de dos patas”, defendiendo su honor, al enfrentarse al ingeniero busca tesoros.
Vaya particular forma de narrar la historia de este gran maestro y artista, versada con libertad, haciéndola tan actual que advierte a los alumnos: “En la literatura, la mitad de la palabra es mía o de quien la emite, la otra mitad es, de quien sí la sabe escuchar. Ustedes solo cumplan con su deber, con lo que saben, con toda su imaginación y sobre todo, con todo su amor, igual que lo hizo el papá de Félix, al contarle cuentos a su hijo, con solo mirar las imágenes, hasta que se avergonzó cuando éste se percató de que todo el tiempo le había contando mentiras, porque don Félix no sabía leer”. De esa manera percibimos que “los alumnos de hoy necesitan papás comprometidos y cariñosos como don Félix”. Y terminó diciendo: “jóvenes, ojalá que se den cuenta que están aquí, por el deber y el cariño que sus padres tienen por ustedes” (FFM).
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