Adán Echeverría
El tipo gritó, pegado al barandal, desde la parte más alta de la repleta discoteca: ¡Maldita bruja! Las mujeres giraron la cabeza para mirarlo, una a otra, como fichas de dominó, despacito y en cadena, sin desarmar la sonrisa y sin dejar de baila
r.
En ese instante, la que fuera su novia, abordaba el carro de otro hombre, con los ojos llenos de paz.

En ese instante, la que fuera su novia, abordaba el carro de otro hombre, con los ojos llenos de paz.