Arkana Velásquez
La pega de Dj es bien jodida a veces. Poner la música que pega, buscar el tema preciso para el momento exacto y que el público no se siente un instante, es trabajo de varios días.
Llevo bastante tiempo trabajando en esto y tristemente para mi familia, me consume tiempo que podría disfrutar con ellos. Sobre todo con mi pequeño Benjamín, mi hijo único de tres meses. Tengo un montón de fotos en mi notebook con su carita de angelito, su sonrisa dulce y videos con las gracias que le hace a su mamá y a mí.
Esa tarde me tocaba poner música en la mítica Blondie. Nuestra Blonda, como quisiéramos llamarle de cariño, nuestro antro de desenfreno. Hace años luz que no iba a la Blondie, creo que la última vez que pise sus peldaños fue cuando estuvo Diary of dreams y yo era un cabro chico que quería un autógrafo desesperado de Adrian Hates y compañía.
Pero hoy las cosas eran distintas, seguí los pasos de mis amigos, me volví uno de los más destacados dentro del ambiente under y felizmente, hoy, ese reencuentro tan esperado, me llevaba a pisar una vez más, estos escalones, a visitar mi adorada y repleta barra, a ubicarme en la parte alta con mi notebook y mi música. Llegué antes y el guardia me reconoció al tiro. Me saludó contento y me hizo pasar de inmediato.
- Oye, voy a la puerta, te dejo organizando tus cosas, cualquier cosa me llamas. –Me dijo el guardia.
Decidido, me dediqué a ordenar mis discos, a instalar todo el cableado. Me sentía contento, como cabro chico con juguete nuevo. Y para la buena suerte, miré la foto de mi Benjita, donde salía sonriendo mostrando sus encías.
De pronto, alguien cruzó por medio de la pista. Un niño de aproximadamente seis años.
¿Qué rayos hacía un niño ahí? De seguro se le había colado al guardia o era hijo de él. Bajé corriendo la escalera, llamándolo. Entre a la pista electro, a oscuras, tocando la pared, buscando algún interruptor. Nada. No podía encontrar algo que activase la luz. Pero al fondo, iluminado por una luz que quién sabe dónde salió, estaba el niño, de espaldas a mí, con las manos en la cara.
- Oye... no puedes estar aquí, el guardia te va a retar...- Susurré.
- Mami... ¿Dónde... está mi mami? – Dijo el niño.
Sentí un sudor frío en mi espalda. Algo me hizo retroceder. No quería que el niño volteara, sabía que estaba frente de algo que ya no era humano.
No recuerdo cómo salí corriendo a la pista central, muerto de miedo, temblando, las manos me sudaban frías, sentía que esa cosa estaba ahí, que en cualquier momento me iba a seguir, que me iba a tocar, que me iba a morir del miedo.
Llegué hasta el exterior, buscando al guardia, quien estaba conversando con el tipo que cobraba la entrada.
-¿Todo bien? – Me dijo. Quizás por cara le puse, me sentí un idiota, un cobarde. Lo más probable es que efectivamente era un niño que se había colado en la disco, o el hijo de alguien que andaba jugando a las escondidas. Me sentí increíblemente estúpido.
- Sí, todo bien, nada más que salí a tomar aire, me sentí algo mareado. ¿Hay niños en la disco a esta hora?
- No, compadre. No hay nadie. Estamos solos. – Dijo el cobrador, asomándose por la puerta, mirándome como si yo estuviese borracho o drogado.
El estómago se me revolvió. Me armé de valor y volví a entrar, subí al segundo piso haciéndome el loco, pesqué mis audífonos, me los puse y empecé a mezclar, un tema, Clan of Xymox sonaba a todo lo que daba. Pensé en Benjita, por él soy quien soy, por él me armaré de valor y olvidaré lo ocurrido. Puse un video de mi bebé para verlo sonreír una vez más. Le di “Play” y sólo escuché un murmullo.
- Mami.... ¿Dónde está mi mami?
Frente a mí, dentro del nootebook, en vez de mi video de Benjita: un niño sin ojos, con el rostro deforme, la boca abierta, el vacío, un grito, sentí que moría, que me tragaba.
Nunca volví a la Blondie. Nunca volví a poner música. Nunca más...