2022-11-21

El millonario negocio de generar cultura

Mtro. Adolfo A. Torres G.

Nuestro mundo se mueve rápidamente con las prioridades de la mayoría. Comida, vestido, servicios son cosas indispensables que hay que pagar regularmente, esa inmediatez hace que nuestra percepción pueda verse reducida por estos límites económicos inmediatos. Así, fenómenos como la cultura terminan teniendo atención secundaria o nula. Y pueden ser entendidos sólo como distracción, esparcimiento, decoración, cosas y fenómenos que suceden por tradición y convencionalismo; sin captar su sentido individual más profundo, su influencia en la sociedad, ni su potencial económico, esto incluso en ocasiones por los propios artesanos y artistas. Las actividades culturales por tanto suelen cargar con un estigma de no ser actividades económicas propiamente, teniendo poca o ninguna garantía como medio de subsistencia. Es común entonces que, aunque sepamos de casos de éxito material, cuando alguien quiere dedicarse a algún campo de la cultura se le pregunte: ¿y de qué vas a vivir? Y ciertamente es un salto al vacío, sobre todo si esa persona tiene una verdadera convicción en el sentido trascendental para entregarse en cuerpo y alma hasta el sacrificio. Y aquí es donde está el punto de inflexión entre dejarlos que se sacrifiquen en balde o tengan un lugar en la sociedad para beneficio de todos los demás. No se trata de altruismo condescendiente desde gobiernos y empresas, pues no son por sí mismos ajenos a la estructura económica y productiva, sino todo lo contrario. Sólo que hace falta educación, “cultura” y visión para sacarles el máximo provecho.

Hablaré aquí de los beneficios económicos que puede aportar la cultura, aunque sus alcances van mucho más allá. Verdaderamente no es complicado, sólo es educarse y poner atención en lo que sucede alrededor de lo que damos por hecho o estamos acostumbrados. Pero antes mencionaré que para que un producto cultural pueda ser redituable, debe ser auténtico y de calidad. Si productos huecos y mal hechos tienen alta demanda, evidencian más bien las carencias de la sociedad que están perjudicando. Igualmente, los productos concebidos únicamente con el afán de lucro terminan generando explotación sometidos a las reglas de la oferta y la demanda, al tiempo, el desgaste y la caducidad. De cualquier manera, no tienen aportes socialmente significativos. El producto cultural debe ser honesto resultado de la realidad del entorno, expresión de la idiosincrasia.

Dicho lo anterior, económicamente estamos rodeados de ejemplos de cómo la cultura puede convertirse en fuentes de ingreso gigantescas. Tenemos para empezar los retratos de Frida Kahlo, un tangible del que hay tal vez cientos de derivaciones, varias de sus pinturas reproducidas por múltiples medios impresos y digitales son vendidos como souvenirs, decoración, ropa, etc. Todo basado en el mito, un intangible, cultivado poco a poco por los medios, legitimado por las afirmaciones de personalidades como Picasso o Diego Rivera, entre otros. ¿habrá alguna estadística de cuánto dinero deja al país el fenómeno Frida? Incluso una película, aunque no nacional. Podemos entrar en la discusión de si pintaba feo o no, pero no es el tema, sólo diré aquí que en el arte lo bonito sin contenido no es arte.

En la misma línea, tenemos a alguien que sostiene nuestra cultura, y que actualmente su obra está presente todos los 2 de noviembre, y más, pues sus obras son parte de la identidad nacional; cabe mencionar que murió en la pobreza, durante un régimen que más bien despreciaba lo nacional. La obra de José Guadalupe Posada y especialmente su Calavera Garbancera o Catrina como se le conoce hoy día son un ícono cultural. Su influencia es tal que define la estética y el folklore en el falsamente tradicional desfile del día de muertos por causa de la filmación de la película del 007. ¿Podría cuantificarse igualmente la cantidad de dinero que genera anualmente?

Con esta lógica en la mente mencionaré los murales de Diego Rivera, J. C. Orozco y Siqueiros, las pinturas de Remedios Varo y Leonora Carrington; las obras de Juan Rulfo, José Altamirano, José Vasconcelos, Carlos Pellicer, Sor Juana Inés o Elena Poniatovska; las esculturas de Ponzanelli, Fidias Elizondo o María Elena Delgado entre muchos otros, son referentes y estandarte del ser mexicano. Su trabajo construye la nueva identidad nacional y sus obras figuran en los recintos oficiales, en los billetes y monedas. En tiempos cuando la obra de los artistas llegaba a las masas influenciándolas a través del cine nacional, en la época de oro, estimuló el surgimiento de importantes creaciones. El deleite de la fotografía de Manuel Álvarez Bravo o Buñuel en cintas icónicas que hoy día seguimos viendo como “Los olvidados” o “Tizoc”, ayudaron a mostrar realidades que estaban ocultas, como un espejo envuelto en un petate y un manto de terciopelo.

Hablar de las ruinas arqueológicas, de las ciudades prehispánicas, códices, esculturas y pueblos herederos de sus tradiciones en un sincretismo con lo colonial merecería un artículo aparte. Los bailes, indumentarias, arquitectura y tradiciones atraen a turistas por todo el país dejando una gran cantidad de divisas.

Pero no se trata de vivir del pasado, hoy se sigue haciendo necesario construir nuevos edificios que se conviertan en hitos, esculturas, murales, películas, que sean símbolos; poesía, literatura y filosofía elucidatorias, y además redituables. Necesitamos que la artesanía sobreviva como medio de subsistencia rentable e identidad.

Desde edificios, parques, organización y mobiliario urbanos deben pasar por la cultura para ser concebidos con sentido, como hicieron nuestros antepasados y no sólo como fríos y huecos objetos desde el extremo de la funcionalidad y la producción ni como monumentos ostentosos aspiracionales ajenos que podrían estar en cualquier otra parte del mundo.

Es necesario apoyar la cultura y hay que ser también exigentes, lo extraordinario es lo que trasciende, lo que da orgullo, no lo mediocre. Esto corresponde a los gobiernos en aspectos de estímulos económicos para los creadores y educación de apreciación y valoración para el resto. Pero para hacerlo debe haber gente encargada que comprenda el papel social del arte y la cultura en el contexto nacional y también el económico, en ese orden. De ser inverso, es decir anteponer lo económico, no existe ni el artesano, ni el artista, ni la cultura, ni el negocio y el resultado es dinero perdido en una sociedad deficiente.

Is Money Hell on Earth?, CCYFREE, Digital, 2021


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