Santiago Camacho
Desde tiempos inmemoriales, circulan oscuros rumores sobre ciertos parajes escondidos donde nuestra realidad se vuelve delicada y frágil como una telaraña. Lugares malditos donde, según cuentan las leyendas, el velo que separa el mundo de los vivos del reino de las sombras parece adelgazarse y casi desvanecerse.
Se habla de antiguas cuevas laberínticas cuyas profundidades guardan el inquietante eco de voces no pertenecientes a ninguna garganta humana. De tenebrosos bosques habitados por seres que acechan entre la maleza, esperando el momento propicio para arrastrar a los incautos hacia una horrible pesadilla sin retorno. De mansiones abandonadas cuyos corredores ocultan dimensiones paralelas pobladas por entidades terribles sedientas de almas.
Dicen que en esos parajes malditos, el velo que separa los mundos se vuelve tan frágil que casi se puede rasgar con las manos. Que un descuidado puede cruzarlo sin darse cuenta, sólo para encontrarse atrapado en un reino de eterna oscuridad del cual es imposible regresar.
Así que ten cuidado, viajero. Si en tu búsqueda te topas con alguno de esos lugares siniestros donde se rumora que las dimensiones se entremezclan, piénsalo dos veces antes de cruzar el umbral. Porque nadie sabe qué horrores indecibles acechan del otro lado, hambrientos de reclamar incautas almas.