2020-01-05

No sé si estoy viva o muerta

María José Nivón Chávez

No sé si estoy viva o muerta.
     Así como lo oíste. No sé si estoy viva, o muerta, o siquiera donde estoy. Me han tenido esperando aquí, no sé si decir meses o años, porque siempre es mediodía.
     Pero te preguntarás, ¿Por qué estoy esperando en una parada del tren en la que nunca pasa el tiempo? Y… ¿quién soy?
    Bueno, me llamo Natalia, creo que sigo teniendo quince años y recuerdo que vivía con mi padre y mi hermana en Barrio Alto, Tula. Mi madre fue arrestada cuando era pequeña por tratar de matar a mi padre y abusar de él, con una condena de cadena perpetua y con posibilidad de libertad condicional a los quince años de condena. Por esa razón, mi padre, que era un hombre tranquilo y trabajador, trató de estar con nosotros la mayor parte del tiempo. A pesar de ser cumplido, sus jefes lo despedían por faltar al trabajo por vernos. Mi abuela nos ayudó mucho mientras se adaptaba mi padre a estos cambios. Pagó el Kínder de mi hermana y mis primeros años de primaria y recomendó a mi padre en muchos trabajos. Pero creo que me desvié un poco del tema.
     Todo comenzó con la llegada de un chico nuevo a la escuela. Esa mañana, me había peleado con una chica llamada Karina. Ya saben, la típica niña mimada, a pesar de tener una vida normal, que se la pasa criticando a los demás y retando a los maestros. Esa mañana trató de robarme el dinero para el recreo y no fue muy bonito lo que nos empezamos a decir.
     -¡Oye Natalia!- Recuerdo que me gritaba Nicol, mi mejor amiga, desde el pasillo hasta el salón.
     -¿Qué ocurre?- Le pregunté mientras guardaba nuevamente el dinero en mi mochila.
     -Escuché a los maestros hablar en la sala de la directora… y dijeron que, lo más probable, ¡es que un nuevo alumno se incorpore a la escuela!
     - Ehmm… Nicol, no creo que sea para tanto. Digo, al final, lo más probable es que termine siendo parte del grupo de admiradores de Karina.
     - No estés tan segura.- Dijo, para darme una sonrisa e irse.
     Al final, el chico nuevo resultó llamarse Daniel. Era moreno, alto y frío, lo opuesto a todos nosotros en personalidad. Lo etiquetaron como “El niño raro” y no hablaba nadie con él, a menos que fuera por conveniencia.
    Algunas semanas después, empezaron los asesinatos.
    Los niños eran encontrados muertos en sus camas. Por la noche, alguien o algo lastimaba a los niños, normalmente de no más de tres años, y amanecían con marcas de cortadas. La mayoría estaban muertos.
    Una de las primeras víctimas fue el hermano menor de Nicol, un bebé de apenas tres meses de nacido, el cual lo encontraron con marcas de cortadas y su cobija llena de sangre. Lo más raro de todo, es que los días en que ocurría algo así, Daniel llegaba tarde a clases, siempre con la excusa de que sus papás trabajaban y se le hacía tarde porque no podían llevarlo a tiempo a la escuela. Eso me hacía sospechar de él, pero cuando le contaba a Nicol, me decía que no podía ser, porque él no se atrevería a hacer eso, que era un chico normal.
     Claro… “normal”
     Los asesinatos siguieron por meses enteros. Cada mañana, alguien en el salón comentaba eso, y los rumores de que un vampiro acechaba a los niños y les chupaba la sangre hasta dejarlos como higos secos… no creía en eso, les decía que eran puros cuentos baratos y que en realidad era un asesino serial o algo parecido.
     Obvio, me callaban y seguían con sus fantasías.
     El ultimo día que estuve en Tula, descubrieron qué pasaba con los niños. Ese día, teníamos un proyecto en equipo por el final del trimestre. En el equipo estábamos Nicol, Karina, Daniel y yo… ¿Qué gran equipo no?
     Decidimos reunirnos en la casa de Karina en la tarde. Su casa era algo grande, con cinco habitaciones y sus padres no estaban en casa. Cuando entramos, una señora mayor con una bebé salió a recibirnos. La cara de Karina cambió instantáneamente… Pasó de ser la chica odiosa de siempre a volverse una hermana amorosa. Recuerdo la cara de Nicol. Tenía cara de: “¿Un neptuniano en mi casa?”, igual que los papás de Tere en Kipatla.
     Entramos a su cuarto y nos pusimos a investigar y a hacer el cartel para la exposición del siguiente día. Miraba de reojo a Daniel, el cual tenía algunas ojeras y se veía cansado. En un momento, cuando terminamos de hacer la exposición, Karina nos invitó a quedarnos en su casa a dormir porque era muy noche. Mi papá accedió con gusto y nos quedamos en bolsas de dormir en la habitación de Karina. Cenamos y nos dirigimos a dormir. Todo iba bien, hasta que escuché un ruido en la habitación donde se supone que dormían los papás de Karina y el bebé. Me levanté y me dirigí hacia donde provenía el ruido…
     Era el sollozo de un bebé.
     Lo último que recuerdo es haber visto es a Daniel, agachado sobre la cuna de la hermana de Karina para luego verme y abalanzarse sobre mi.
     Así fue como llegue aquí. Esta es la parada donde las almas pasan al más allá… todas, excepto la mía. Mi cuerpo es usado ahora por un vampiro, por aquel que apareció cuando Daniel me mordió…
    la única forma de salir es si alguien destruye a Daniel… pero eso nunca sucederá.


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