2019-03-23

Destrucción en azul

Claudia Marroquín


Mi corazón es devorado poco a poco
cada noche por el ladrido de un perro
hambriento de luz de luna, saliva de hiel.
El otro perro, el de piel de encaje blanco
pasa su lengua sobre mi alma, la acaricia
la torna agua estrella y se aleja adormilado.

Mi cuerpo se mece sobre algodón
mis entrañas cargan el peso de la noche,
de entre mis piernas nacerá un hijo de hilo,
hijo único de las historias tejidas bajo las constelaciones
las del cigarro, las de la hierba y el alcanfor.

El perro que devora corazones regresa
pone sus patas en el filo de mi noche y husmea el sueño
husmea los insultos de mis muslos
y termina por morder la carne negra del corazón,
mi corazón negro de semillas doradas.

La noche termina por apagar los aleteos de luciérnaga,
los gritos ocre que salen de las alcantarillas,
se devora las oraciones que salen de gargantas infantiles,
cubre es esplendor de los amantes.
La noche termina con mi cordura de pétalo de orquídea.




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