2019-03-19

Rossaura Rodas

IV

Cuando escribo te pronuncio de otra manera,
como secreto derrumbándose en el viento,
disfrazándose en el humo,
como una mirada tierna,
un arrullo, una caricia,
una burla, un maltrato,
cualquier crisis, cualquier asunto.

Cuando me pegaste el otro día,
tomaste de pegamento  la gran sonrisa,
que traigo puesta como día sobre la cara,
mancha húmeda,
hallazgo sobreviviente de nosotros.

Te encontré sentado a la orilla el otro día.
Recuerdo que iniciaba la semana.
Diste lo mejor de ti:
tu nombre,
tu nombre por segunda,
por tercera vez.
Tu gesto amable.
Tus pies desnudos.
Un alma noble que se percibe,
desde el principio.
Tu lado bélico.
tus carencias mías.



Con disturbios y perezas,
diste la invitación que te devolví.
La respuesta es sí:
a la piel sudada,
a mantener una postura,
a ser directa cuando digo que me gustas,
que he buscado volver a verte,
que continuo buscándote. 

“Abrázame vida que me pierdo,
las palomas se remueven en aquello que me dices,
los rayos del sol bañan las banquetas.
Ayer me dijiste que ibas al mar,
hoy no te veo mas que fuera del agua.
Abrázame vida, un gris  final persigue nuestro viento”.

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