2012-06-25

Normandía de Raúl Renan

Juan Antonio Rosado

De Normandía, de los normandos, se deriva el nombre propio Norma, que en nuestra lengua, además, evoca la acepción común del sustantivo. Pero no es ésta la dirección a la que se dirigen los poemas de Raúl Renán, quien ha deseado cantarle al lugar del amor, de la entrega, de la seguridad que cobija y apacigua, de esos dedos que suavizan las cuarteaduras con el aceite que “irradia la musa/ que ha entrado en ti/ con su risa su mirada grande/ y su poder de mando/ sobre el poema que dictas”. A partir de esta imagen, se abre el horizonte de la tierra en que aparecerán otras presencias y mitos. “Para Normita” y “Norma de elegancia” son ejemplos de otras tantas evocaciones de la tierra, donde la mirada, el interior, el tiempo, el lado nocturno del ser, el desdoblamiento del yo (como en “Tesis sobre Fernando Pessoa”) e incluso el mal, desfilan en intensas instantáneas como luces que los enfocan.

    La vida, para Borges, está rodeada, inundada de poesía. Desde un enfoque distinto de quienes sostienen  —como el poeta español Pedro Salinas— que el universo entero es materia de la poesía, el crítico y poeta argentino procura descubrirla en la vida misma: “La poesía no es algo extraño —sostiene—; está acechando [...] a la vuelta de la esquina. Puede surgir ante nosotros en cualquier momento”. Eso dependerá de la mirada que percibe; por ello, el poeta no es necesariamente un escritor, sino más bien una sensibilidad. Lo mismo parece decirnos, de modo implícito, Raúl Renán, al percibir la belleza en esa tierra-mujer que le da título al poemario: “Eres la acumulación/ de la belleza/ callada en/ un espejo que/ un día/ transporta/ el pasillo/ debajo/ de tus pies./ Asombro/ de la blanca/ sombra intocable”.

    La poesía está siempre tejida de sensaciones, emociones, imágenes expresadas a través del lenguaje en una forma que tiende a la música, porque justo allí forma y asunto son inseparables; constituyen unidad indisoluble que no podría divorciarse (fondo es forma: la manera en que se expresa algo es justo lo que se expresa, de ahí que la música —y también, aunque en menor medida, la poesía— sean intraducibles, y de ahí que Borges considere que la poesía en realidad no es sino “una pasión y un placer”, no obstante que pueda expresar dolor, angustia, indignación, contenido social o político (el universo entero es materia de la poesía: eso es verdad, e incluso las realidades manufacturadas y los aspectos negativos del animal consciente). Por ello Renán advierte las “Señas de corpúsculos de la tierra” y juega con el sonido; por ello selecciona vocablos por su profundidad y los combina en la armonía que sólo percibe en esa tierra que nos ofrece a través de la palabra poética.

Raúl Renán, Normandía. México: H. Ayuntamiento de Valle de Bravo/ Casas del poeta A.C., 2011, 31 pp.

Publicado en el suplemento cultural 9 de revista Propuesta #180, especial de Casa Lamm.

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