Nóctifer
Se aclaran los cielos de obstáculos, se enciende la mirada del tecolote...
Se magnifica el aroma de la flor de sol, se lava la mesa y el alma de empañamientos, se torna oscuro el chocolate...
Canta el lucero desde las alturas azules, San Pedro hace sonar las llaves con pereza...
Hoy esperamos a los Hijos de Hombre, cuyo paso dejó huella profunda en nuestros corazones de barro moldeados...
Lo aprueba el gran señor Mictlantecuhtli, y manda xoloscuintles a guiar y cuidar los suspiros espirituales de nuestras flores más amadas...
Lo permiten el Santo Señor San Miguel Arcángel y el Santo Señor Lucifer, quienes se dan la mano para guardar las guerras benditas, en honor de los latidos por los Hijos de Eva...
Se ha olvidado la lágrima y se han limpiado los ojos de los deudos.
Se ha quedado atrás el motivo de un fin, y se recapitula el amor y la palabra que se creyó perdida entre magueyales...
Vuelvan a la casa que los cobijó, regresen al lado de los braceros, donde hierven las comidas que tanto disfrutaron...
Apaguen el purgatorio ardiente de sus gargantas, que el agua cristalina y el mezcal bendito les aguardan en copas servidas...
Que el fruto de la tierra ya fue cosechado, que el azúcar de la guayaba huele a cascada de risas...
Platiquen con nosotros en nuestros sueños, cuéntennos qué tanto tiempo se hace hasta el poblado de la siguiente vida...
Contemplen los colores de la añoranza en los papeles picados, en la lana y el algodón de la mesa, a ustedes dedicada...
Acaricien nuevamente nuestras mejillas en la forma del viento de la noche, y floten cual luciérnagas sobre sus fotos añejas...
Reconózcanse una vez más y acomoden sus hilos de plata y sus mostachos viriles. La cena los espera.
Que el árbol de la vida se alimente de sus hojas una vez más...
¡Bienvenidos a casa, ríos de mi propia sangre!