Durante la lectura de Cuervos del alma de Octavio Jiménez logré reconocer un poema que llegamos a publicar en un número dedicado al alcohol en la finada revista Convocatoria: No te encuentro.
Tengo fresco el recuerdo de aquella tarde, cuando sentados en la escalera de un café internet, leíamos los del consejo editorial de dicha revista los textos a publicar. Una empleada de Internepolis (Jazmín se llamaba) había quedado impresionada por la identificación que alcanzó con el texto.
Y es que esa es la magia de la lectura, que un hecho que ha transcurrido hace casi diez años logra echar raíz en tu memoria de tal forma, que al reencontrar un poema te viene de inmediato el recuerdo de esa reacción.
Lo más fascinante de todo esto es caer en cuenta de cómo un poema tiene una similitud con las matrushcas: el momento en que el autor concluye el texto, el momento en que el lector lo lee, este momento en que reencontramos lo ya leído y rememoramos el pasado, este momento en que hablo del poema y que quizá incite a que tú como lector contruyas tus propios instantes.
Cuervos del alma es un poemario accesible en todos los sentidos, sin textos conceptuales que debrayen en laberintos ininteligibles, todo lo contrario, encontrarás textos desnudos como suelen ser las almas, ágiles como el vuelo del los cuervos.
No te encuentro
Hace días que no te encuentro,
no te percibo en el aire,
no estás en los rayos del sol.
Los recuerdos se aglomeran en la mente.
¿A dónde has ido?
A lo más profundo de mi soledad
en los campos del recuerdo,
donde no existe el adiós.
¡Por favor no te escondas en los sueños!
Alebrije que te burlas de mi vida,
Descúbrete en el umbral de mi mañana;
¡No te encuentro!
Ayer, fuimos dualidad del olor etílico,
hoy somos dualidad del día y de la noche
¡No te encuentro en el fin de mi botella!
Te añoro, y no te encuentro
Las largas horas pasan y tu rostro
se borra
de mi mente... del corazón.
¿A dónde has ido?
Hace días que no te encuentro.
Te busco
¿Te escondes en mis letras?
Toco a tu ventanal
no existes,
múltiples luciérnagas me abren
Fluorescentes,
me anuncian tu partida.
La mano tiembla por buscarte,
sabe que te has escondido,
ya no sé quién eres
te has esfumado.
Cuerpos calientes que no se olvidan,
se arraigan en los sueños,
en lo profundo de las venas
se retuercen en el confín del alma.
Hace días que no te encuentro,
te has ido
al fin de Dios,
en donde el alfa y el omega no existen.
No somos deidades
convertidas en sentimientos.
De las guerras floridas
nos divorciaron.
Somos entes del mismo cosmos,
del mismo olvido.
Negro, que el jueves se vuelve violeta.
Regresé y no te encontré
¿A dónde has ido?
Te busqué en el crepúsculo,
te borré ayer.
Hoy te recuerdo en la soledad
nauseabunda.
Te encuentro.
Regresarás...
te estoy esperando.
No huyas más de mí,
Sonríe
no te busco más.
Ya llegaste me trago
¡Has regresado!