Panxo R. Costa
Desde hacía unos días, la primera planta del hospital parecía una trinchera llena de muertos y moribundos. Todo apuntaba a que algún extraño virus había empezado a hacer estragos. Tanta era la preocupación que nadi
e se percató de la rojiza cola que sobresalía de la falda de la nueva enfermera.
