Viridiana Buñuel

En realidad, era un hombre aburrido, uno entre tantos. Deudas por pagar, mujeres a quienes amar y una pequeña cuenta en el banco. El no ir a pagar el gas, fue sólo depresión. No quiso levantarse esa mañana de la cama.
La criaturita era indescriptible, deforme. Se miraban fijamente. Daniel no se atrevió a salir de la cama por temor a ser comido. La uretra se encontraba fuertemente comprimida. No pudo más. El líquido ámbar recorría su cuerpo y cobijas.
–Daniel… Daniel…
Cerró los ojos e hizo lo que nunca antes, rezó un Ave María.
–Daniel… Daniel…
La voz era clara, suave. Daniel no pudo abrir los párpados, trató de apagar el televisor. No pudo. Su respiración cada vez más profunda y acelerada, levantaba de arriba a bajo las sábanas de la cama. Un rostro apretado, marcaba las arrugas de su futuro, sus labios pronunciaban lo que en su mente sólo él entendía.
–Daniel… Daniel…
El corazón de Daniel explotó. La criaturita salió del televisor, cubrió su rostro repitiendo el nombre.
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