2012-08-19

Petrograbados en el cerro de la Malinche

 

 Hugo Santiago Sánchez



En 1998 Carlos Hernández Reyes llevó a cabo investigaciones en el cerro de la Malinche, donde verificó que existían petrograbados de la época en la que los aztecas se establecieron en Tula. Dichos petrograbados, aseguró, se trataban de la representación de dos dioses de la mitología náhuatl, así como cuatro fechas calendáricas que pudieran mencionar, el año de construcción o algún suceso relevante.
La ubicación de este sitio, es conocida popularmente como La reina Xóchitl, ya que según la tradición, en este punto fue donde Hueman, el padre de la hermosa joven Xóchitl, encontró un gusanito que bebía una sustancia que lo hacía feliz, entonces partió del vientre del maguey y bebió del néctar de los dioses, así informó a la joven Xóchitl del descubrimiento, quien en contra de los consejos de su padre decide ofrecerle un poco al entonces rey de la capital de Tolteca, quien al probar tan delicioso néctar le ofrece su reino a la joven Xóchitl y decide así su boda en el mes del florecimiento. El anciano Hueman, se entera de los deseos de su rey, y dado su orgullo, decide que antes de ver convertida a su hija en reina, se mataría. Así el día de la unión, se ahorcó en una caverna cercana al cerro Magoni.
La joven asume el poder de reina, veinte años después de su unión, debido a que su esposo moría en manos de sus adversarios. Tuvieron un hijo que llamaron Hueman Topilzin o Hijo del pulque.
La descripción del lugar es simple y procuraremos hacerla un poco amena: el sitio se encuentra a un costado del puente de ferrocarril, justo en el punto que antecede la cúspide del cerro de la Malinche, se sube a través de una escalinata, está construida de forma piramidal, con piedras salientes en los costados, que en algún momento sirvieron para sostener losas de cal y tierra que formaban largos tableros, en la parte central existen cuatro piedras recostadas, donde es probable, sirvieron para sacrificios humanos y animales, bajo una de estas piedras se observa una escultura de tres metros de ancho que aparenta ser un enorme lagarto con boca semiabierta, representación del Cipactli o monstruo de tierra, que en la mitología mesoamericana jugó un papel importantísimo, dado que a él también era conocido como devorador de pecados y junto a la diosa Tlazoltéotl, perdonaba a los hombres de sus faltas contra sus hermanos.
El petrograbado es el único códice de piedra, ya que según su posición representa a uno de estos libros semiabiertos. Encima del relieve se aprecia la fecha calendárica uno caña (Ce Ácatl), nombre del patrono de Tula. Bajo del signo aparece Quetzalcóatl ataviado con sus íconos de autoridad y poder, porta un faldellín recubierto por plaquitas y un cascabel colgando, usa sandalias y está parado sobre una especie de estera o petate, como balsa de víboras que se menciona en el códex florentino, tras él, una serpiente emplumada que abre sus fauces sacando una larga lengua bífida.
El rostro de dicho personaje fue mutilado por los mismos indígenas, que en un afán de recelo a la belleza Tolteca destruyeron toda escultura que se les ponía a la vista.
La roca contigua representa una imagen de Centeotl-chalchiutlicue o la diosa del agua y del maíz, porta un rico atavío de chalchiutles y un faldellín casi borrado, destaca una superficie con símbolos espirales, agua y cuadrados con líneas interiores continuas. Fuego en la mano derecha, porta a manera de cetro una planta de maíz con mazorcas en la izquierda, porta un bastón que identifica a la diosa, sobre la cabeza se aprecia un elaborado tocado de plumas largas y abanicos de papel, atrás del tocado salen líneas onduladas representando el agua, y al final caracoles y chalchihutles.

Publicado en revista Propuesta número 63, julio 2006.

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